ACERTIJOS — La tour por Veracruz

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*De Alfonsina Stormi: “Esponja del cielo, carne verde del mar, por tus carreteras húmedas hube de andar”. Camelot

Gilberto Haaz Diez

Suelo cada 15 días hacer un rol por el puerto. Llego a Veracruz y vamos en busca de un sitio para comer, después de tomar nuestro café en Don Justo de Plaza Américas. Había un mitin político, más civil que partidista, y después de eso nos fuimos a comer a Las Espadas, uno brasileño cerca del Lois, donde hay dos tipos de menús, el que lleva carne que unos meseros llegan y en la mesa te surten la que te apetezca y el sin carne, para los vegetarianos. Después de comer solemos dar una tour por parte de Veracruz. Nos fuimos toda la costera a recorrer la que inauguró Dante Delgado como gobernador del cuatrienio que, con el notario Gerardo Gil Ortiz (qepd), convencía a los ricachones de Costa de Oro de que cedieran sus traspatios, donde tenían sus salidas al mar y hasta sus pequeños lanchones. Con Dante se hizo la luz y ahora no quiere venir a rescatar a Veracruz, y volver a palpar la grandeza del estado, pero estaba en el recorrido. Llegamos al Faro Venustiano Carranza y allí vimos y me apeé de la camioneta a tomar unas fotos de la Torre Mocha, la que alguna vez al presidente le chismearon que el dueño era uno de sus adversarios y la quería tirar o mochar, pero en el país hay leyes y al menos no le han tumbado nada, o no se ve. Vi las dos Parroquias y, sobre todo, nos impresionó un buque que entraba al Puerto a llevar automóviles a Europa. Si ustedes han circulado por la desviación de Paso del Toro hacia la entrada de Soledad de Doblado, tierra de Yunes, se deben asombrar de que, al pie de la carretera, ha nacido una infraestructura que parece una nueva ciudad. Con grandes bodegas y almacenes, al principio, como en todo, solo había una, ahora hay más de diez. Y del otro lado, unos dos mil automóviles nuevos que están listos para embarcarlos a Europa, porque a eso llegan los buques gigantes como ese que vimos, que parecía traía bandera holandesa, el cronista Pavón decía que la bandera era de Chacaltianguis, pero Chacaltianguis no tiene bandera, tiene gente buena y buena comida, sobre todo los tamales de elote.

MI CAMINAR

Bajé a caminar esa plazoleta de la patria, donde la historia registra que por ahí entró aquella invasión gringa de 1914 y los jóvenes cadetes se la rifaron como los buenos en la Naval de Veracruz, para después ir de repliegue a Tejería, según Wikipedia. José Azueta herido se negó a recibir atención médica y murió. Gloria de aquellos cadetes. Aún no pegaba el norte que arreciaría al otro día. Veracruz es lindo y bello y tiene mar. Y viendo al mar me acordé del poema de Rafael Alberti, cuando le reclama al padre: “La mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar?”. Y la mente lo lleva a uno al otro inmortal, Federico García Lorca, a quien, en el pelotón de la muerte, fusilado por unos canallas que no contemplaban que fusilaban al poeta más grande de ese siglo, Federico, cuando vio al pelotón de fusilamiento, les imploró: “No me matéis, que yo también creo en la Virgen”. Federico hablaba de los caminos: “Sé que no hay un camino recto. No hay un camino recto en este mundo. Solo un laberinto gigante de cruces e intersecciones”.

Y eso hacia yo mero, caminar cómo se podía, en línea recta o cabeceando la estatua del gran Venustiano Carranza, que mira al mar y al infinito y uno se maravilla de ese buque entrando al Puerto por los autos, y ver la grandeza de ese puerto que, en poco tiempo, será uno de los más importantes de América, gracias a Felipe Calderón, que le metió su lana de gobierno. Y también a Carlos Salinas, que una vez llegó a poner orden con José María Córdoba Montoya, pero esa es otra historia para otro día. Ahí ha entrado y salido la historia de México, por Veracruz, leo ahora a Ricardo Raphael, explicando que ‘el Nigromante solía decir que el puerto de Veracruz era su lugar favorito solo porque por ahí podía uno expatriarse’. Cuando también había que irse, como don Porfirio, o la Emperatriz Carlota, sin su Maximiliano.

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