CONTRAPUNTO — La guayaba

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Por Juan José Contreras Lara

Transcurre mayo y la actividad comercial en Córdoba, en otra época boyante y generosa, empieza a entrar en la etapa coloquialmente conocida como “la guayaba”, no tanto por el tiempo de cosecha de esa deliciosa fruta, sino porque una vez pasada la zafra azucarera que caracteriza a la región, el campo cañero ya no recibe incentivos, el dinero se hace escaso y con ello se va para abajo el poder adquisitivo de miles de familias.

Ese fenómeno no se acentuaba tanto desde hace años, cuando aún quedaba en la ciudad la sinergia de mucho tiempo de bonanza. Es decir, hasta hace unas dos décadas “la guayaba” sí preocupaba, pero no mucho, porque Córdoba aún era el emporio comercial de una amplia región en el centro del estado. La actividad económica estaba diversificaba y sobrevivían grandes empresas generadoras de empleo.  

Hoy la realidad es muy distinta. Pareciera que “la guayaba” se extiende todo el año y una vez concluida la zafra el comercio languidece aún más. No es extraño por ello que en el verano se multiplique el cierre de pequeños y medianos negocios, que no pueden soportar el desplome en las ventas, los elevados costos de operación y para colmo, el asedio de la delincuencia organizada que con el cobro de piso no deja títere con cabeza.

Cualquier inversionista que arriesgue su capital para abrir un negocio del tamaño que sea, muy pronto se da cuenta de que para enfrentar los desafíos que ello implica está solo, no cuenta con ningún apoyo y se encuentra en total indefensión. La autoridad municipal, que se supone es la que en primera instancia debería procurar el desarrollo de la comunidad, garantizando una convivencia segura, pacífica y sana, está muy lejos de cumplir con ello. 

Desde luego que es demasiado pedir que el ayuntamiento salga al paso de las bandas criminales que operan en la ciudad, con el objetivo de que dejen de extorsionar al comercio establecido. En eso tienen amarradas las manos, pues la abierta impunidad con la que operan evidencia la colusión y el compromiso que mantienen con ediles y funcionarios.

Ya que no pueden cumplir con eso, que es elemental, sería deseable que por lo menos procuraran definir programas y acciones de gobierno para impulsar la actividad económica en general, la apertura y consolidación de nuevos negocios, así como la promoción de desarrollos comerciales de los que la ciudad carece.

Una de las más recientes acciones del sector privado, que desde hace años opera en Shangri-lá, es ese núcleo comercial al que se ha dado denominar “plaza”. Creo de entrada que el nombre le queda grande. Es más bien una serie de comercios, sucursales de grandes cadenas nacionales que fueron arbitrariamente construidas en esos amplios terrenos, con un estacionamiento diseñado caótica y laberínticamente. 

Con un negocio por acá y otro por allá, se trata de un desarrollo comercial muy poco práctico. No cuenta con la estructura física de una verdadera plaza, tampoco con tiendas ancla de gran prestigio y con locales de los más variados giros, como debe ser un núcleo de negocios de ese tipo. Vaya, no encuentra usted ni siquiera un buen restaurant, a excepción de uno de comida rápida ubicado en un extremo, y tampoco cuenta con un área de comidas lo suficientemente grande para ofrecer gastronomía para todos los gustos.

Es para lo que nos alcanza en Córdoba porque obviamente la rentabilidad de la ciudad no da para más. La otra plaza existente que tiene como ancla a un importante supermercado y una tienda de prestigiada cadena nacional, tiene un buen número de locales vacíos que se ofrecen en renta. Recientemente una cadena de fotografía y electrónica cerró sus puertas, tanto ahí como en sus otras sucursales y se retiró de la ciudad. Triste panorama.

El empresariado local, organizado en cámaras, no creo que sea refractario a cualquier iniciativa que promueva la recuperación de la actividad económica. Tampoco creo que nada más esté dispuesto a estirar la mano para que papá gobierno le dé todo. Sin embargo, si no hay interés ni disposición de la autoridad, cualquier iniciativa va a fracasar.

Lo lamentable de esta problemática es que, en la estructura municipal, las direcciones del ramo están a cargo de personajes que están ahí por compromisos adquiridos por el alcalde, porque se los impusieron o vaya usted a saber por qué, pero francamente no es por capacidad ni experiencia, por lo que cualquier iniciativa o interlocución con el sector privado, como se ha visto, se queda siempre en simple y llano anuncio mediático y nunca se aterriza nada.

Este tema, el del organigrama municipal, que integra a las llamadas direcciones “de confianza”, merece mayor análisis, pero lo dejaremos para otra ocasión. 

Para concluir sólo hay que puntualizar que únicamente con una interactuación comprometida entre autoridad y sector privado se podría rescatar a Córdoba del declive, para que la perniciosa “guayaba”, que no es otra cosa que penuria económica, realmente sea cosa del pasado.  

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