EN ESTOS TIEMPOS… Amos y siervos
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Gino Raúl De Gasperín Gasperín
Hace dos siglos y medio, en Stuttgart, Alemania, nació Jorge Guillermo Federico Hegel, quizá el filósofo más influyente de los últimos tiempos. Para hacer un poco más entendible su arduo e intrincado pensamiento filosófico recurre al ejemplo bastante ilustrativo de la Dialéctica del amo y el esclavo.
Explica Hegel que el amo necesita al esclavo para ser o sentirse amo; el esclavo, mientras sea o se sienta esclavo, no dejará de serlo. El amo constituye al esclavo, pero el esclavo crea al amo y lo sostiene. Se entabla así la eterna lucha entre el amo y el esclavo. Son términos y realidades codependientes, correlativos
Hegel ejemplifica así el enfrentamiento entre dos conciencias (pensemos aquí en naciones, personas o partidos políticos) que se reconocen ambas, pero que terminan en el dominio de una sobre la otra: una se convierte en amo y la otra en esclavo.
Cuando aparece otro pensante, este supone una amenaza: nuestra certeza tiembla, nuestra verdad se torna insegura, surge la duda y ya no aparece como la verdad que domina el mundo.
Primero, ambas conciencias se ven y se miden. Pero pronto cada una intentará sojuzgar a la otra, imponerse como la auténtica, la verdadera, la ideal y la perfecta. Y como el amo no tolera que el esclavo se subleve (pues él dejaría de ser amo), así una conciencia no tolera la opuesta. Desea ser absoluta y explicar el mundo (o la política o la historia) como a ella se le antoja.
La conciencia que llega después quiere erigirse en poseedora de la verdad y suplantar al contrario. Pero no lo aniquila, porque eso la llevaría a su propio agotamiento y ruina. Necesita tener oponente para justificarse, afirmarse. Lo sostiene para tener a quien someter, pero debilitado, anémico, anoréxico, desvirtuado para no exponerse a ser ella misma la dominada
Entre amo y esclavo se da una relación dinámica y es la misma que existe en el ámbito político. Cuando uno está en el poder quiere ser absoluto, pero al mismo tiempo requiere, le urge tener adversario para sentirse amo y ser reconocido como tal.
Esta lucha es radical, pero no es guerra de exterminio porque esta lleva a ambos al matadero.
El amo, en este episodio de su vida, tiene la urgencia de ser así reconocido y aceptado. Y sabe que la certeza que tiene del mundo y de su poder no lo es porque sea auténtica, natural, sino porque el contrario así lo reconoce y acepta. Durará mientras se sostenga esa relación, mientras el esclavo se mantenga en su condición, mientras se sienta y muestre incapaz de revertir el statu quo.
Solo que el esclavo siempre tiene la posibilidad de decir no más…