A 4 TIEMPOS — ¿Es López Obrador el presidente más poderoso que hayamos tenido?

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Por Arturo Olmedo

Primer tiempo. Suele escucharse, leerse y verse en artículos, columnas y opiniones que, con López Obrador, estamos ante el presidente más poderoso que hayamos visto. Desentrañar esto es muy relevante, porque incluso hay quienes afirman que estamos a la puerta de una dictadura; es decir, de un poder político absoluto e ilimitado que, supuestamente, detenta el presidente. Así, por ejemplo, el pasado 22 de marzo de 2023, en una mesa de análisis político de Radio Fórmula, se dio el siguiente diálogo entre Roy Campos y Joaquín López Dóriga:

Roy: (Refiriéndose al presidente López Obrador): El que tiene la firma del dinero y el que tiene las fuerzas armadas, tiene el poder…

Joaquín: (Interrumpe): A ver, es el presidente más fuerte y poderoso que yo he visto en 55 años, desde que, como reportero, me ha tocado cubrir desde Díaz Ordaz. 

Roy: Sí…

Joaquín: Y te digo, te menciono, a Echeverría en su momento…

Roy: (Apunta): No tenía tanto poder…

Joaquín: (Confirma): Ni de lejos; y te apunto… 

Roy: (Vuelve a interrumpir): Y sabe usar el poder

Joaquín: (Prosigue) Los 5 primeros años de Carlos Salinas

Roy: (Remata): Y sabe usar el poder. O sea, no nada más tiene el poder, lo sabe usar.

¿Puede el diálogo previo sustentarse en la realidad? ¿Es Andrés Manuel tan poderoso como se asegura? ¿Debemos dar por ciertas estas aseveraciones sólo porque las expresan dos experimentados comunicadores?

Segundo tiempo: Para circunscribirnos exclusivamente a los dichos de López Dóriga y de Roy Campos, y a los expresidentes referidos por ellos, pensemos en Díaz Ordaz, en Echeverría y en Carlos Salinas de Gortari, y tratemos de responder a la afirmación implícita respecto de que ni siquiera ellos fueron tan poderosos como López Obrador. Pero, ¿tenían entonces Díaz Ordaz, Echeverría y Salinas de Gortari “la firma del dinero” y a las fuerzas armadas? 

De “la firma del dinero” no es necesario ocuparse. Respecto de las Fuerzas Armadas, es claro que tenían su respaldo y que lo usaron para preservar el poder. Díaz Ordaz las usó en contra de los estudiantes durante la matanza del 2 de octubre de 1968; Echeverría usó la fuerza de las armas a través del grupo paramilitar conocido como “Los Halcones”, durante la matanza de aquel Jueves de Corpus de 1971, y también usó al Ejército y a las policías para desaparecer y asesinar a los detractores del régimen, durante la llamada “Guerra Sucia”. En cuanto a Carlos Salinas, es claro que no dudó en enviar a las tropas del Ejército para hacerle frente al levantamiento zapatista, que tuvo lugar el 1 de enero de 1994. Las imágenes de indígenas muertos junto a sus fusiles hechizos le dieron la vuelta al mundo.

En este contexto y más allá de los condenables abusos de poder por parte de algunos elementos del Ejército, o de la Marina o de la Guardia Nacional, ¿puede alguien afirmar con datos verificables que el presidente López Obrador haya usado a las fuerzas armadas para reprimir algún levantamiento social o político en lo que lleva de su gobierno?

Tercer tiempo 

Para poner las cosas en perspectiva: ¿Qué otros elementos de poder tenían aquellos expresidentes y qué tanto cuenta con ellos el actual presidente? Veamos: 

En los casos de Díaz Ordaz y de Echeverría, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores tenían la mayoría absoluta, lo que significa que ninguna de sus iniciativas fue rechazada, ni por asomo. En el caso de Salinas, se incrementó la presencia de la oposición en la Cámara de Diputados y, en la de Senadores, fue simbólica, pero no significativa; de manera que nunca tuvo dificultad para contar con los votos del PAN, cuando así los requirió. Visto lo anterior, es innecesario referir las reformas e iniciativas que le han sido rechazadas al presidente López Obrador por la oposición en el Legislativo.

Ahora bien, en el caso del Poder Judicial, los referidos expresidentes se atuvieron a la forma que imperó desde 1928 y hasta 1994, cuando el titular del Ejecutivo proponía al candidato para ser ministro y el Senado debía ratificarlo, lo cual representaba un mero trámite. Así, los integrantes del Poder Judicial de aquellos tiempos le debían su cargo al señor presidente y se caracterizaron por avalar e interpretar a favor del Ejecutivo cualquier tema que fuera del interés de éste. Y aquí surge, de nuevo, la afirmación: Es innecesario referir las reformas y leyes secundarias que le han sido rechazadas al presidente López Obrador por el Poder Judicial.

Asimismo, cuando gobernaron Díaz Ordaz, Echeverría y Salinas de Gortari, todos los gobernadores de las entidades federativas pertenecían al PRI; aunque es pertinente aclarar que fue con Salinas de Gortari cuando llegaron al poder los dos primeros gobernadores de la “oposición”, y léase así, entre comillas, la palabra oposición, porque ha quedado claro que el PRI y el PAN representan los mismos intereses y por eso han actuado como bloque y tratarán de contender juntos por la Presidencia de la República en 2024, como lo hicieron recientemente en Coahuila y en el Estado de México. 

Existen otros factores de poder con los que contaron los expresidentes referidos y con los que no cuenta López Obrador, como el poder mediático (prensa, radio y televisión) y el respaldo del poder económico; esto último no tanto durante los gobiernos de Díaz Ordaz y de Echeverría, pero sí señaladamente durante el sexenio de Salinas de Gortari. De modo que, con esas características, ¿resulta creíble que estamos ante el presidente más poderoso que hayamos tenido?

Cuarto tiempo. La paradoja: ¿En dónde radica entonces el verdadero poder del presidente López Obrador? La respuesta parece simple, pero no lo es. Primero que todo, hay que entender que el presidente es un estoico y, aunque exprese con frecuencia que su pecho no es bodega, en realidad él siempre se mantiene imperturbable; por eso, aunque lo insulten y lo descalifiquen, él puede reírse durante sus conferencias mañaneras. Y transita las adversidades, porque genuinamente vive con un propósito y sin apego a las circunstancias y a lo material; con fidelidad a sus principios éticos y morales. Esto lo convierte en una persona fácil de leer para quienes no aspiran a brujos, pero es alguien muy complejo de entender para quienes lo analizan desde el maquiavelismo. Así, por más que deseen descalificarlo, no lo consiguen, porque es la congruencia la que lo saca a flote.

Lo anterior le confiere una enorme ventaja política respecto de sus adversarios, porque para el grueso de la gente se trata de una persona confiable, lo que lo acerca al pueblo, dándole un verdadero sentido al artículo 39 de la Constitución, cuando señala que “Todo poder público dimana del pueblo”.

Y es aquí donde surge la paradoja, porque puede afirmarse que el uso de las armas ha sido el signo de la impotencia de quienes lo han precedido en el poder, del no saber qué hacer y cómo responder a las contradicciones sociales y políticas que trae consigo el ejercicio del poder. Desde esta perspectiva, no hay duda de que el presidente López Obrador es muy poderoso, porque sabe usar el poder y porque no ha acusado impotencia, ordenando represiones y matanzas.

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