ACERTIJOS — Ciudades limpias o mis periplos

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*La mayor parte de la gente en la ciudad corre tanto, que no tiene tiempo de mirar flores. Quiero que las miren, lo quieran o no. Camelot.

Gilberto Haaz Diez

Vivo y hablo de esta Orizaba muy seguido, cada que puedo. La valoro porque es una ciudad segura, bella, de gran turismo y la más limpia de México, gracias a la infraestructura que se tiene donde, desde la madrugada y a todas horas, los eficientes empleados de limpia publica del Ayuntamiento, andan en la talacha. Me consta, porque algunas veces que salgo a la Alameda a caminar, allí andan, mujeres y hombres. Sin duda la otra ciudad más limpia es Oviedo, en España, allí estuve al año pasado y buscaba la estatua de Woody Allen, que no la retiraron cuando vivió la demanda de su ex esposa Mía Farrow, por abusador. Oviedo gana la Escoba de Oro de la Unesco año con año, puede uno sentarse en sus banquetas y no ensuciarse. Alguna vez Woody Allen llegó a Oviedo, en 2002, a recibir el Premio Príncipe de Asturias por las letras o actuación. Los maravilló con su discurso. Dijo: “Yo no me merezco este premio, pero tengo diabetes y tampoco me lo merezco”. El autor de Manhattan, dijo de la ciudad: “Oviedo es una ciudad deliciosa, exótica, bella, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera… Oviedo es como un cuento de hadas. Y tiene un Príncipe”. Otra ocasión que estuve en Oviedo, hace años, en el hotel La Reconquista, el mejor de la ciudad, allí llegaba Luis Miguel en su gira española, cuando ya era grande y lo sigue siendo, otra vez en un hotel de Mc Allen me tocó estar casi pegado al gran Justin Bieber, y mi nieta Maraya quería ir a asaltarlo, a besos y autógrafos. Las ciudades limpias merecen respeto. A París un día lo encontré muy sucio, caminé a Notre Dame, antes que se quemara, y a la salida suelo ir a la librería Shakespeare and Company, que está cruzando la calle, para husmear dentro y tomarse la foto y, si se puede, comprar el libro que ellos editan, en francés, inglés y a veces en español, la historia de esa librería, fundada en 1919, la primera librería que publicó el Ulises de James Joyce y se atrevió a publicar El amante de Lady Chaterly, libro prohibido en Inglaterra y v Estados Unidos, uno de los primeros libros calenturientos que se leyeron. Allí llego cada que voy, luego me voy a un lado a comer una pizza, pues me digo, si la visitaron en su tiempo, Ernest Hemingway, Ezra Pound, F. Scott Fitzgerald, Gertrude Stein y James Joyce, por qué no este cuenqueño que arriba cantando el ‘Cojoyo de lima, rama de laurel…’

EL NIETO DEL GENERAL

Hay un personaje que se hizo y nació y creció y se reprodujo en el PRI. Ahora labora con Morena al lado de la jefa de Gobierno, la Sheinbaum, la que dicen expertos que ya no va y que, en su lugar, irá el hermano tabasqueño. Se trata de Omar García Harfuch (41 años), hijo de María Sorté y Javier García Paniagua, ese político policía que le ha venido a dar un poco de calma a la ciudad. Baleado y casi a punto de morir, por un comando como si estuvieran en Iraq, salvó la vida. Sucede que en el tuiter alguien le escribe que vaya y detenga ese plantón que está frente a la SCJN de un grupo de macuarros indecentes y groseros en contra de la ministra Piña y los ministrosde la Suprema. Pero eso no es cosa de él, eso es de ya saben quién, y donde manda capitán no gobierna marinero, eso todos lo sabemos. Le tuitea alguien con este texto: “Defienda la República, como lo hizo su abuelo, el general Marcelino García Barragán”. No puede. Cuenta la historia que, cuando Marcelino era el secretario de la Defensa, en aquellos años inciertos de 1968 y Tlatelolco, el embajador americano Freeman lo fue a buscar para decirle que su gobierno apoyaría un Golpe de Estado en contra del presidente. Marcelino por poco lo agarra a cachetadas: “Yo no voy a pasar a la historia como traidor a la patria”, dicen que dijo, y lo corrió del Campo Marte. Se mantuvo firme y fiel no solo al presidente, a las instituciones y, años después, en sus memorias y escritos se reflejó su carácter de militar de honradez. Cualquier otro se hubiera convertido en un Victoriano Huerta, pero nada pasó y Díaz Ordaz le vivió reconocido hasta su muerte. Ahora su nieto engrandece esa historia.

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