CAMALEÓN — La decadencia del PRI

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Alfredo Bielma Villanueva

El PAN, el PRI y el PRD integran una coalición partidista que, a semejanza de alma en pena, buscan a quién postular para hacerle frente electoral a la triada de partidos encabezada por MoReNa que tiene como adalid y principal promotor nada menos que al presidente López Obrador. Esta alianza de Va por México tiene la particularidad de que esos partidos han sido protagonistas principales en la evolución política del país, el PRI desde 1946 hasta el 2000 ininterrumpidamente estuvo en la presidencia de la republica; el PAN se mantuvo al frente del gobierno federal por 12 años y el PRD gobernó la CDMX desde 1997 hasta el 2018. Una tesis ya comprobada postula que el ejercicio del poder desgasta, y esta pudiera ser una de las muchas causas por las que ahora las tres organizaciones políticas se encuentran en la oposición. Sus nuevas circunstancias evidencian a tres partidos con diferentes dilemas, dos de ellos con preocupantes signos de acercarse al ocaso de su existencia, el PRD y el PRI. Incuestionable circunstancia que contrasta con la ávida esperanza de importantes sectores de la población en busca de armar una oposición competitiva para hacerle frente a MoReNa y adláteres en la elección federal de 2024. Pero en vez de contar con partidos sólidamente constituidos  encuentra uno, el PRD, desmantelado por la emigración de sus mejores cuadros hacia MoReNa, y otro, el PRI, enajenado a los intereses personales de su dirigente nacional, ahora mismo envalentonado por el “triunfo” personal, de haber defenestrado a Osorio Chong de la coordinación de su bancada en el senado. En ese pleito, el único perdedor es el PRI, no porque Osorio Chong represente o signifique políticamente algo muy importante en su estructura, sino por el daño que implica la desunión interna en ese partido precisamente en tiempos de preparación para la pugna electoral que viene. Manuel Añorve sustituye a Osorio y “Alito” lo presume ante los medios como un “triunfo” personal, pero al margen de esa pedante actitud ¿qué gana el PRI? Obviamente nada, solo se confirma su declinación política y que su sepulturero podría ser Alejandro Moreno. Porque ¿dónde están Beltrones, Gamboa Patrón, Pedro Joaquín Coldwel y muchos de la añosa nomenklatura priista que gozaron de las mieles del poder gracias al otrora partido hegemónico. Están escondidos, porque al menor asomo de cabeza se exponen a ser decapitados debido a los gruesos expedientes en su contra, tienen la cola larga y eso les impide muestrearse públicamente. Triste es comprobar que las fulgurantes trayectorias de estos hombres no era sino el fruto de una lamentable parodia al amparo de un partido que les dio cobijo y oportunidad para engordar la fortuna patrimonial que ahora gozan, y a cambio, ahora, yertos por el temor, se limitan a observar a escondidas lo que ocurre en su alma mater política. Por si no bastara, aún falta por ver cómo transitará en agosto próximo la sucesión priista, cuando estatutariamente Alejandro Moreno debe entregar la presidencia del PRI, porque cabe esperar que, abrumado por el peso de las acusaciones en su contra se aferre al amparo priista en contra de los cánones establecidos, incendiando como hizo Nerón en Roma lo poco que queda de ese partido. La última palabra la tiene el Tribunal Electoral del Poder Judicial sobre si da por válida la reforma a los estatutos del PRI para ampliar hasta el 2024 el mandato de Moreno en el PRI. Con esas circunstancias a cuestas ¿qué puede ofrecer Va por México a la opinión ciudadana? El cuadro es dantesco, es un diagnóstico nada optimista, ojalá no se confirme. Sin embargo, no es imposible una segunda edición de lo que sucedió cuando MoReNa desangró de militantes al PRD, y ahora algunos cuadros priistas decidan emigrar a Movimiento Ciudadano, como una réplica de lo que en su tiempo practicaron el PAN y el  PRD cuando “cachaban” a los “chapulines” que inconformes porque en el PRI no se atendía sus deseos emigraron a esas siglas, y de esa manera han continuado en la política. Sin duda, el ´Tlacuache Garizurieta tenía razón: “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.

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