CAMALEÓN — La ley es dura, pero es la ley

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Alfredo Bielma Villanueva

En su discurso de retiro del encargo de presidenta del Poder Judicial veracruzano, la señora Inés Romero presume de haber logrado establecer “una impartición de justicia con una visión humanista…”, porque según ella los jueces abandonaron “la frialdad de la toga y el birrete” (Sic). En sinuosa retórica deja por sentado que esa fue una de sus metas en el cargo, y que para conseguirlo pidió a los jueces que “no solo se pusieran en los pies, sino en la misma piel de los ajusticiables” (resic). Hubiera sido ilusorio o supina candidez esperar que doña Inés, durante el tiempo que presidió Poder tan importante, hubiera entendido que la misión fundamental de quien imparte justicia es aplicar la ley sin miramiento alguno, con objetividad exenta de cualquier sentimiento de simpatía o animadversión hacia el sujeto indiciado, porque dura lex sed lex (la ley es dura, pero es la ley), e interpreta un principio general de derecho que obliga a quien lo aplica a su exacto cumplimiento. Ha concluido el periodo de la señora Inés en la responsabilidad de conducir (es un decir) un Poder tan importante como el Judicial, haya sido como haya sido ya se va sin dejar huella positiva de su accidentado paso por ese ministerio; no obstante, pese a la intrascendencia de quien la presidió, esa institución, aunque titubeante se mantuvo firme, a la espera de mejores avatares. Deja la señora Romero en el Poder Judicial veracruzano muy abajo la vara de la competitividad y la eficiencia, de tal manera que quien resulte electo para esa sucesión constitucional no encontrará ninguna referencia de buenos oficios, sí en cambio enfrentará la grave responsabilidad de devolverle a ese Poder el señorío y la gravedad inherente a sus funciones. Allí y ahora sí, al mal paso darle prisa.

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