CONTRAPUNTO — Futurismo pueblerino

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Por Juan José Contreras Lara

Cualquier comunidad aspira a tener desarrollo y progreso constante, que permita a sus ciudadanos vivir con niveles aceptables de bienestar. 

Planteado así, pareciera un objetivo fácil de alcanzar, pero en el caso de Córdoba no ha sido así y un análisis somero de las últimas administraciones municipales, lleva a la inevitable conclusión de que han quedado a deber mucho.

Mientras otras ciudades medias, ya no digamos en otras entidades, sino aquí mismo en el estado, han registrado avances en numerosos aspectos, Córdoba pareciera que va en sentido contrario.

En los últimos periodos municipales, quienes han sido autoridades más que llegar a servir, llegan a servirse, a ver qué depredan, a traficar influencias, a construir sus pequeñas carreras políticas y a simular que gobiernan, para justificar los salarios y demás prebendas que perciben, por cierto, nada modestos y bastante ofensivos para sus gobernados.

A cambio de mantener a esa caterva de oportunistas, de todos los colores, porque ahí sí no hay diferencias, sean del PRI, del PAN, de lo que queda del PRD e incluso de Morena como ya está sucediendo ahora, la ciudad sólo recibe a cambio un deplorable ejercicio de gobierno, con una planeación sobre las rodillas, precaria inversión en obra pública, servicios deficientes y caros, así como la atención de funcionarios de medio y bajo nivel que con aires de perdonavidas, se dedican con frecuencia a abusar y extorsionar.

Sería muy extenso detallar esa larga cadena de latrocinios, ineficiencias y abusos de poder acumulados durante los últimos trienios y cuatrienios, pero nadie se salva. El alcalde que no saca las uñas, o no las saca mucho, peca de torpe, omiso e ineficiente. Hay otra palabra que aplica aquí, sí, esa que usted se imagina. Otros, son soberbios, malos para gobernar, peores para la grilla y terminan peleados con todo el mundo. Pero eso sí, todos llegan sobre las arcas, sin rubor alguno y en muchos casos, roban ellos y su parentela.

Mientras, la ciudad languidece, aletargada porque nadie la impulsa, pareciera que la decadencia por el acoso de la inseguridad y luego la paralizante pandemia le dieron la puntilla. Existen decenas de locales cerrados por todos los rumbos, de negocios que quebraron y están en renta o venta desde hace años. 

Basta hacer un recorrido por toda la avenida Once, incluso por su prolongación, ahora convertida en bulevar, que llega hasta Peñuela, atravesando la llamada Zona Industrial, para comprobar la magnitud de la crisis empresarial que vive la ciudad.

 Además, esa Zona Industrial, desde su creación siempre ha tenido mucho de zona y poco de industrial, porque si le quita usted a la empresa Patrona, que es la de mayores dimensiones, es decir la verdadera ancla, le quedarán si acaso unas diez industrias medianas y párele de contar.

Tampoco por parte del sector privado organizado, en otras épocas uno de los más influyentes del país, se aprecia mucha presencia y compromiso. No han evolucionado y continúan con los mismos esquemas y estrategias de hace décadas. Sus dirigentes utilizan los membretes para adquirir protagonismo, hacer negocio con la autoridad o enquistarse en la nómina municipal.

Y precisamente ahora, aunque falta un buen tramo para la renovación municipal, ya muchos personajes empiezan a sentir la comezón del futurismo. No digo que no sea sano aspirar. Todos los ciudadanos tienen ese derecho, en eso estoy de acuerdo, pero creo que hay entre ellos algunos que deben hacer un profundo análisis de conciencia, porque con pena se ve desde ahora que están destinados a hacer el ridículo.

Sobran los que se apuntan y hay de todo, desde los necios repetidores que no entendieron que los electores no los quieren, pasando por los que se sienten bordados a mano y creen que la ciudad está en deuda con ellos, hasta los que en plena contienda sufrieron traiciones de todo tipo y los hicieron tropezar, lo que es inherente a la actividad política y reflejo simple y llano de la condición humana.

Como señalé, es muy temprano para especular, porque no hay hasta ahora muchos elementos de juicio. Sin embargo, es cierto es que, para reivindicar el triunfo, Morena debe hacer mucho más de lo que está haciendo el alcalde Juan Martínez Flores, a quien su primer año le resultó totalmente fallido. Ni fu, ni fa. Pasó de noche, se fue a la basura.

Con Martínez Flores cobra validez aquella máxima que señala: “para conocer a un hombre, dale poder”. Transitó de la época en que era un activista abierto, empático y sencillo en favor del Partido Cardenista hace treinta años, al munícipe soberbio, de puertas cerradas, que no reconoce a nadie, de hoy.

Es de pena ajena marearse cuando se está apenas arriba de un tabique. Pero así son las cosas. 

Esta historia continuará.   

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