INFORME ROJO – * Siete crímenes de periodistas en la era Cuitláhuac

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  * No sembrar pruebas, pedía Ramiro Mollinedo  * El narcoaudio cambió todo  * “Es la voz de Johana”  * Fiscalía requiere a Omar Vázquez  * Discurso engañabobos del líder del PAN  * Gersaín, sentenciado por violencia de género  * Lizandro Pérez: softbol, alcohol y violencia 

Por Mussio Cárdenas Arellano

No se disipa la pólvora, ni se limpia la sangre, ni se asimila el impacto por el crimen de Yesenia y Johana, cuando ya Cuitláhuac revictimizó a las últimas periodistas asesinadas en Veracruz y Andrés Manuel López Obrador se cargó hacia el móvil de la liga con el narco.

“El estado no es cómplice ni omiso”, lagrimea por esa escalada de violencia contra la prensa.

“No somos culpables”, se exime Cuitláhuac García cuando ya son siete periodistas asesinados en los tres años y medio de gobierno de Morena en Veracruz, 36 en México, en la era obradorista.

“No es nuestra responsabilidad (lo) que suceda —aduce— porque nosotros estamos dejando en claro que vamos a ir tras los responsables, sea quien sea”.

Y mientras va por los responsables, “sea quien sea”, el gobernador lanza un dardo envenenado: dos de las cuatro líneas de investigación implicarían a la directora de la cuenta en Facebook, El Veraz, Yessenia Mollinedo Falconi, y su camarógrafa, Sheila Johana García, con grupos criminales.

Una de esas líneas es la de los materiales que servirían para consumo o venta de droga, hallados o sembrados en el vehículo donde fueron acribilladas, y la otra, un audio con una conversación donde se habla de jefes de plaza, jefes regionales, riesgo de muerte y hasta del Mencho, Nemesio Oseguera, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, en cuya nómina estaría Sheila Johana García Olivera.


Y Cuitláhuac García Jiménez lo desliza por algo, calculadamente, enfatizando, dándole fuerza al tema del audio, el del diálogo y las amenazas que vía telefónica profiere la mujer a dos individuos.

Y ante las condenas por revictimizar, el gobernador recula, se exculpa. Y entonces toma la bola de fuego y se la lanza… a los periodistas.

“Los audios surgieron entre periodistas”, ataja. “Apenas estábamos en eso cuando ya un periodista había sacado que le encontraron a la víctima ‘cosas’. Bueno, no un periodista, alguien que tiene un espacio en Facebook, Twitter”.

Al filo de las 3:20 de la tarde, el lunes 9, se escuchó el golpe seco. Uno y otros más. Eran balazos, las descargas, los impactos en el pequeño automóvil, marca Ford; los disparos letales que alcanzaron el rostro, el cuerpo de Yessenia Mollinedo Falconi y Sheila Johana García Olivera.

Se hallaban en el estacionamiento de una tienda Oxxo, sobre la calle Juárez, colonia Cerro Alto, en Cosoleacaque, cuando dos sicarios, trepados en una motocicleta, perpetraron la ejecución.

Nadie se libra de un ataque así. El periódico El País, de España, afirmó que hubo 16 disparos. Yessenia, según la prensa local, presentaba un impacto en la sien. A Johana la alcanzaron cuatro balazos, como si ella fuera el objetivo. O quizá lo fue.

Minutos después del ataque, el reportero Ignacio Carvajal, de La Red y Blog Expediente, difundió el detalle que sacudiría a todo Veracruz:

“Diversos focos flameados y pipas con residuos de cristal/Krico, fueron encontrados en el coche que manejaban las dos mujeres que fueron asesinadas este día en Cosoleacaque. Ambas portaban gafetes en los que se acreditaban como reporteras del diario El Veraz, identificadas como Yessenia Mollinedo Falconi y Sheila Johana García Olivera”.

A Ignacio Carvajal le llovió metralla. Un sector de la prensa recriminó la publicación de la versión en su cuenta de Facebook. Lo acusaron de difundir filtraciones de la policía, de ser empleado de la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz. Otros reconocieron su labor de informar.

Un día después, el 10 de mayo, Carvajal abundó. Subió a Facebook el audio en que una de las mujeres hablaba con presuntos narcos, aludiendo a una traición, a intrigas en una célula delictiva, a su supremacía en la organización, por encima del jefe de plaza, entendiéndose con el jefe regional, de estar en la nómina “del Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación.

En el audio la mujer presumía de tener en sus manos la vida de otros delincuentes. Los instaba a acudir a entregar cuentas a otros mandos. Se advierte prepotencia y lenguaje vulgar y soez.

A ese audio hizo referencia Cuitláhuac García cuando detalló que se seguían cuatro líneas de investigación: dos en torno al momento de la ejecución (incluido lo hallado en el vehículo donde se perpetró el crimen), una sobre la actividad periodística de Yessenia Mollinedo y Johana García, y una más, relativa a la liga hacia la delincuencia organizada.

Ignacio Carvajal hizo entonces un comentario con doble énfasis:

“También se toman en cuenta los audios que la misma víctima dirigía a otras personas en la zona y que ya circulan públicamente.

“Y entre las líneas de investigación, se sabe, están abordado la posible implicación de Johana en el comercio de estupefacientes”.

La respuesta de Ramiro Mollinedo, hermano de la directora del portal El Veraz, fue directa: la voz que se escucha en el audio “no es” la de su hermana.

“De la grabación que se está corriendo —apuntó—, aquí está mi familia, aquí está mi gente que la conoce, y les decimos que no es la voz de Yesenia. Se equivocan rotundamente quienes están diciendo lo contrario”.

Y agregó que manipularon del teléfono celular de Johana García. “El ataque fue perpetrado a las 15:20 horas aproximadamente, pero el servicio de WhatsApp marcaba como última conexión las 16:00 horas” (Diario Órale). Fue enfático: que no les siembren “malas pruebas”.

Pero al día siguiente, Ramiro Mollinedo comenzó a divagar. Pidió que se investigaran las actividades de Johana García Olivera, según publicó Diario del Istmo, porque lo que se escucha en el narcoaudio “corresponde a la voz de Sheila”.

A Almudena Barragán, corresponsal del periódico El País, Ramiro Mollinedo le dijo previamente que Johana mantenía una relación sentimental con Yessenia. La periodista reseñó: “Además de trabajar juntas, se veía que la pareja era feliz, cuenta Ramiro. ‘Encontraron amor en medio de todo el caos y la violencia que las rodeaba’ ”.

Ramiro Mollinedo había insistido en que Yessenia confrontaba amenazas desde hacía año y medio. Algunos videos sobre corrupción de la Policía estatal, dijo, los tuvo que bajar. A El País le expresó: a finales de abril, “unos tipos se le quedaron viendo y le dijeron: ‘Ya te ubicamos perra’ ”.

Ramiro Mollinedo refiere que el 5 de mayo, de regreso a casa, un taxi con dos personas a bordo persiguieron a su hermana por algunos kilómetros. Finalmente los despistó.

El periodista Omar Vázquez Valencia, de Contacto Informativo, reveló que Yessenia Mollinedo había expresado que pretendía entrar en contacto con el Ejército para atajar las amenazas.

¿A qué móvil obedeció el atentado? ¿Al trabajo periodístico o a la hipótesis del crimen organizado? ¿Por qué Ramiro Mollinedo varió súbitamente la versión y exige investigar a Johana García, la camarógrafa? ¿Sabía Yessenia Mollinedo qué otra actividad desarrollaba Johana? ¿Supo algo sobre esas llamadas telefónicas con presuntos narcos, cuya voz, según Ramiro, es la de Johana?

La hipótesis relativa a que el ataque haya obedecido al trabajo periodístico, difícilmente se sostiene. El contenido periodístico de El Veraz, que no es un sitio en internet sino una cuenta en Facebook, es terso. La información es inocua, acrítica, nada puntillosa.

El Veraz dedica espacios a propaganda gubernamental: eventos del ayuntamiento de Cosoleacaque en era de Cirilo Vázquez Parissi y ahora su hermano Ponciano; actos públicos de la diputada local de Morena, Magaly Armenta; entrevista con la alcaldesa de Minatitlán, Carmen Medel Palma.

Lo único crítico en El Veraz son contados abusos de la policía contra peatones. Ocasionalmente, un conflicto con algún taxista. Nada sobre narcotráfico. Nada sobre malosos.

Y mientras, el gobierno obradorista, vía el subsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Ricardo Mejía Berdeja, sostiene que el móvil es la delincuencia organizada. Es la coartada perfecta para el gobierno de López Obrador. Periodistas asesinados pero no por lo que escriben.

Es la peor intención: periodistas ejecutados por andar en malos pasos, por juntarse con narcos, por el noviazgo con la persona equivocada, a la hora equivocada, en el lugar equivocado.

En ello se regodeó Cuitláhuac. Había que revictimizar y revictimizó. Destacó la existencia del narcoaudio. Como gobernador, violó la secrecía, usurpó la función de la Fiscalía de Veracruz. Y luego lanzó la bola de fuego a la prensa. “Los audios surgieron entre periodistas”, dijo el cobarde.

Aún olía a pólvora, impregnados de sangre los cristales y las vestiduras, el tablero del auto, y ya se tenía la fórmula para deslindar el crimen de Yessenia y Johana del ejercicio periodístico.

Desde la mañanera, se cargaron hacia el móvil del narco.

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