LA ÚLTIMA PALABRA

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Por Juan José Llanes Gil del Ángel

Los antecedentes del caso refieren que la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una Recomendación ante lo que documentó como actos de tortura, detenciones arbitrarias, desaparición forzada, abusos sexuales y otras violaciones a derechos humanos, perpetrados por autoridades veracruzanas.

El Gobierno de Veracruz y la Fiscalía General del Estado, rechazaron la Recomendación, ante lo cual la CNDH decidió pedirle al Senado de la República que llamara tanto al gobernador de Veracruz como a la titular de la FGE para que explicasen ante esa instancia las razones por las cuales determinaron no atender lo dispuesto por el organismo protector de derechos humanos. A su vez, tales funcionarios decidieron que tampoco atenderían el llamado del Senado.

Y el presidente de la República convalidó esa decisión.

Al margen de lo inédito del caso (que yo recuerde, ningún gobernador había sido llamado por el Senado para rendir cuentas por no acatar una Recomendación de la CNDH), conviene destacar:

El arribo de Rosario Piedra Ibarra a la CNDH se dio en medio de críticas fundadas porque resulta evidente que para ser ombudsperson es indispensable un sólido perfil de jurista, y Piedra no lo es. Su llegada a este organismo se leyó como una imposición más del titular del Poder Ejecutivo, para quien los perfiles no importan, sino otros factores (la honradez, la identificación con la “transformación”, etcétera), que él decide por sí y ante sí. López Obrador celebró la llegada de Piedra Ibarra a su estilo: ahora sí, dejaría de ser corrupta la CNDH y defendería realmente los derechos del pueblo.

Empero, una CNDH que es ostensiblemente morenista, dirigió a un gobernador de Morena una Recomendación (cuyo contenido es, de suyo, extremadamente delicado), y ante su rechazo, le pidió a un Senado (de mayoría morenista) que lo llamara a cuentas; el gobernador no accedió, y el presidente de México (de Morena), convalidó ese desprecio a los senadores.

Entonces, ni cuando los morenistas les piden a los morenistas que acaten las normas, se acatan. El colofón podría ser una pregunta simple: ¿quién los entiende, pues?

Pero la respuesta es simple: para todo, la última palabra la tiene Usted, señor Presidente.

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