Para recuperar la unidad política del Estado

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Por Inocencio Yáñez Vicencio.


Para adentrarnos en el tema de una unidad del Estado, cada vez más resquebrajada , quiero compartir lo que dice uno de los constitucionalistas más brillantes, Konrad Hesse ( 1919-2005 ), doctorado con Rudolf Smend.

En sus Escritos de Derecho Constitucional explica, el que fuera Juez del Tribunal Constitucional Federal Alemán, que: Objetivo a perseguir es la unidad politica del Estado. Porque Estado y poder estatal no pueden dados por supuesto, como algo preexistente.

Ello sólo adquiere realidad en la medida en que se consigue reducir a una de actuación la multiplicidad de intereses, aspiraciones y formas de conductas existentes en la realidad de la vida humana, en la medida en que se consigue producir unidad política.

Esta reducción a la unidad de la multiplicidad nunca queda definitivamente concluida, de tal modo que pueda, sin más, presuponerse existente, sino que se trata de un proceso continuo y por lo mismo planteado siempre como objetivo. Es un objetivo que viene ya impuesto en el sentido de que la convivencia humana sólo es posible en el Estado y a través del Estado.

Del sólo hecho de que el concepto central de ” producción de la unidad política ” apunte a un proceso histórico concreto resulta ya que no se trara de la unidad estática y abstracta de una imaginada persona jurídica “Estado “. Como tampoco se refiere a una – presupuesta o pretendida- unidad sustancial nacional, religiosa, ideológica o del tipo que sea, ni tampoco una unidad basada en la común experiencia existencial, por más que elementos de ese genero puedan operar con virtualidad unificadora.

Por el contrario, la unidad política que debe ser constantemente perseguida y conseguida en el sentido aquí adoptado es una unidad de actuación posibilitada y realizada mediante el acuerdo o el compromiso, mediante el asentimiento tácito o la simple aceptación y respeto, llegado el caso, incluso, medkante la coerción realizada con resultado posituvo; en una palabra, una unidad de tipo funcional. La cual es condición para el que dentro de un determinado territorio se puedan adoptar y se cumplan decisiones vinculantes , para que, en definitiva, exista ” Estado ” y no anarquía o guerra civil.

En este fragmento queda muy claro que la unidad política es y debe ser una unidad de acción, viva y que está siempre alimentándose de la actuación de cada uno de nosotros. No es el plebiscito de todos los días de que habla Ernest Renan, sino de nuestra acción cotidiana.

Quien convoque a la unidad política debe saber que no se trata de guiar fieles, se trata de encauzar multiplicidades.

Para el profesor de la Univerdidad de Friburgo ( Alemania ), la formación de la unidad política no significa la producción de un armónico estado de coincidencia general y en cualquier caso no la eliminación de las diferencias sociales, políticas o de tipo institucional y organizativo a través de la nivelación total. Dicha unidad no resulta imaginable sin la presencia y relevancia de conflictos en la humana convivencia .

Los conflictos preservan de la rigidez , del estancamiento en formas superadas; son- si bien no únicamente- la fuerza motriz sin la cual el cambio histórico no se produciría. La ausencia o la represión de los mismos puede conducir al inmovilismo que supone la estabilización de lo existente, asi como la incapacidad para adaptarse a las circunstancias cambiantes y a producir nuevas formas : llega entonces un día en que la ruptura con lo existente se hace entonces inevitable, y la conmoción tanto más profunda.

Ahora bien, no sólo importa que halla conflictos sino también que estos vengan regulados y resueltos .

No es el conflicto como tal el que contiene la nueva forma , sino el resultado al que aquél conduce. Y, por si sólo, el conflicto no posibilita el vivir y convivir humanos. Por ello la cuestión no es tanto dar cabida al conflicto y a sus efectos como la de garantizar- no en último término por medio del tipo de regulación de los conflictos- la formación y mantenimiento de la unidad política, sin ignorar o reprimir el conflicto en nombre de la unidad política y sin sacrificar la unidad política en nombre del conflicto.

Es verdaderamente gratificante que un hombre de probada convicción liberal, asuma el conflicto como motor del desarrollo histórico, porque negarlo es negar la diferencia y la diferencia es la razón de la política.

Quien desde la presidencia de la República, hoy vemos que todos los días se dedica- además de saquear el patrimonio de la nación- a denostar y a perseguir a todos los que no están de acuerdo con él y destruir las instituciones creadas para limitar el abuso del poder y a encauzar la lucha de contrarios, no hace otra cosa que negar la política, regresando la contienda a los tiempos en que legalmente no eran reconocidas las libertades públicas.

Por eso quienes quieren justificar al orate que hoy ocupa la silla en Palacio Nacional, acudiendo a la manida argucia de que lo mismo hicieron los gobiernos pasados, olvidan que el juego limpio y los derechos de los contendientes, se han ido construyendo gradualmente y que se trata de Morena nos prometió ir para delante, no ir para atrás.

Amlo y Morena, destruyen la unidad política al utilizar el aparato del Estado para destruir moral y físicamente a sus adversarios, para perpetuarse en el poder.
Necesitamos una oposición que se oponga, tampoco que se oponga a todo, porque el papel de la oposición es oponerse al abuso, al exceso y a la arbitrariedad.

En su libro La oposición, Ghita Ionescu e Isabel de Madariaga, nos hablan de una oposición leal, es decir, que respete las reglas, pero también indican que políticamente hay coyunturas en que debe irse más allá de la oposición leal.

Gianfranco Pasquino, en su libro La Oposición, dice: Serán absolutamente intransigentes cuando el gobierno se proponga establecer reglas que destruyan la posibilidad misma de la alternancia. En cuanto a las políticas, las oposiciones serán críticas de los contenidos que propone el gobierno y propositivas de contenidos distintos, pero también conciliadores cuando existan espacios de intervención, mediación, colaboración y mejoras recíprocas.

Un gobierno como el de Amlo y Morena, que no tiene escrúpulos en apoyarse en el crimen organizado, en vándalos, en sus siervos o servidores de la nación, en su burocracia, en utilizar los recursos públicos, en disponer de los subejercicios, en tomar los fideicomisos, en apropiarse de los ahorros fiscales, en moches, en ir contra las estructuras electoras de otros partidos, en crear comparsas para simular oposición, de utilizar las pensiones y apoyos para lograr los votos de sus candidatos, no debe ceder la real oposición ni un ápice en reformar el INE a su favor, que es lo único que les falta para tener despejado el camino hacia la dictadura vernácula.

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