ACERTIJOS — Aquel famoso Toreo de Orizaba
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La cosa más fuerte que posee el béisbol de hoy son sus ayeres. Camelot.
Gilberto Haaz Diez
Un amigo empresario me llamó noche con una noticia. La familia del matador y promotor, Rafael Ortega (qepd), pretendía alquilar la plaza de Toros La Concordia o Centro de Espectáculos Luis Gutiérrez Príncipe. Se lo negaron. Desde que nació el Me Too, también nació la protesta de que, por la crueldad animal, los toros ya no deben morir como mueren, ensangrentados. Pretendían traer a Orizaba a Pablo Hermoso de Mendoza, para su homenaje retiro. Pero el Ayuntamiento dijo nones. Esa plaza tiene su historia. Luis la comenzó a construir cuando le fijó un techo de plástico a la antigua plaza de toros, vieja y abandonada en la Calle Real. Un viento orizabeño le tiró el plástico que cubría una parte, entonces Luis con sus recursos hizo esta bella y hermosa plaza. Aquí llegaron todos. toreros y rejoneadores. Aquí llegaban los gobernadores, desde Patricio Chirinos que la inauguró un día de 1994, hasta Alemán Velasco, Duarte, Yunes creo que poco, ya no había corridas y Fidel, que vino a muchas y había comida en Romanchu y desde allí a los toros, gente de todo el estado llegaba. Era un orgullo orizabeño. Luego, por las noches, en su rancho, El Edén, con invitados y toreros se hacia la gran noche de cena entre contertulios. El Toreo también ha servido para eventos religiosos, allí se coronó, es un decir, al cura obispo Marcelino Hernández Rodríguez, aquella vez vino como invitado especial la familia Vázquez Raña, donde por la noche, Olegario y su señora esposa, cenaron con la familia Gutiérrez Príncipe. Toda una historia ese Toreo. Ahora sirve para espectáculos, algunos muy buenos, yo mero la última vez que fui era para ver a Juan Gabriel, que allí dio uno de sus últimos conciertos, luego murió. Plazas de toros cerradas, varias, desde la gran Plaza México hasta el Relicario en Puebla, una de Tijuana, en Teziutlán, todo el estado de Jalisco y Aguascalientes y San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, las traen en la mira, La Caletilla, de Acapulco, cuna y semillero de novilleros. En Barcelona me tocó un día pasar cuando la tenían clausurada, allá había dos, y creo que Las Ventas de Madrid aún funciona. Bien lo decía el cronista Pepe Alameda: “El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega”.
EL GRAN VALENZUELA
Siempre llega el Gran Día. Hoy es el de Fernando Valenzuela. Su equipo, Los Dodgers de Los Ángeles, retiran el número 34 de su camiseta y lo ponen en el estadio como un reconocimiento a lo que fue a hacer a Dodgers, crear la Fernandomanía. En aquellos años que el béisbol era pasión y lo sigue siendo. En aquellos años que un orizabeño bien recordado, el empresario, Jaime Pérez Avellá, tenía el contrato y la carta del gordo de Etchohuaquila, un pueblecito desconocido de la faz de la tierra, que volvió a alumbrar al mundo. Jaime Pérez Avellá llegó un día y lo vendió a Dodgers. Cuando Jaime lo llevó, cuenta la anécdota, que en Puebla lo tenía a mil por hora y llegó a conocerse que le decía: “Gordito, ponte a correr”, porque estaba muy con sobrepeso. Cuando Mike Brito lo vio pesó esa carta. Y el entrenador, Tom Lasorda, de quien se volvió casi el padre del Toro, comentó que un jugador así aparece cada 50 años. Y yo mero digo que un poco más. Porque Valenzuela creó una magia entre la paisanada. Nunca le vi jugar en vivo. Un día estando en San Francisco, me metí al estadio pegado a la bahía, llegué tarde, Valenzuela había pichado un día antes. Ahora me dicen es comentarista del equipo, y tendrá su vida plena con su familia y con millones de mexicanos que aún recordamos los momentos que nos alegró, cuando aquellos duelos en Serie Mundial. El Toro hoy sonreirá. El numero 34 jamás nadie lo volverá a usar y engalanará la pasarela del estadio. No hay nada más serio que el béisbol, todo lo que necesitas saber está allí: tiene éxitos y fracasos, momentos de compañerismo y momentos de soledad, y tiene un fin, no un reloj, como en otros deportes, sino tiene un fin.
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